TIEMPOS DE DESASTRE

Ricardo Morales

Las autoridades educativas tratan de asegurar en el sur, en medio del descalabro producido por el terremoto, que los estudiantes no pierdan el año. Para ello se ha procedido a levantar aulas prefabricadas, y a llevar a cabo un censo para conocer la situación real de los locales escolares, la población que debe ser atendida, pues hay familias que han emigrado de las zonas siniestradas, y ajustes del currículo para atender las necesidades de los estudiantes, con flexibilidad y pertinencia.

Se dice y repite que la escuela debe vincularse con la vida y se debate sobre lo que eso significa en el Perú de hoy; cabe preguntarnos si en vez de que el maestro se esfuerce por “cubrir el programa”, no sería mejor que alimentara su enseñanza con los sucesos importantes que, como este, vive el país de modo dramático, en las zonas convulsionadas por el terremoto. Lo vivido en estos meses es sin duda un momento fuerte para crecer, una oportunidad educativa para todos. Es buena cuenta se trata de aprender de lo bueno y lo malo que ha acarreado el sismo a las comunidades del sur, con sus consecuencias y circunstancias. Por una parte este acontecimiento doloroso ha detonado la voluntad y la cooperación solidaria del país y de países hermanos. Somos mejores de lo que a veces pensamos. Por otro lado, queda claro que no se trata solo de exigir ayuda sino de “ayudarse” para la reconstrucción, en la que los afectados por esta desgracia deben estar en primera fila como protagonistas de su propio desarrollo.

Por desgracia, está el lado oscuro de lo vivido. Niños y adultos han experimentado directamente la corrupción, el egoísmo y la rapiña de quienes se han aprovechado de la desgracia y el dolor de la mayoría, dedicándose al pillaje y al tráfico de la ayuda en beneficio propio y en desmedro de la población más desamparada.

Es el momento de discernir entre el bien y el mal y de fortalecer la formación moral y ética de la población.

La esperanza es que, de algún modo, en las generaciones jóvenes y en las que no lo son tanto, se haya reforzado la conciencia del derecho y del deber, la fe en que es posible cambiar y la confianza en un futuro mejor, si hay una decisión ciudadana de salir adelante.

Fuente: Perú.21 30sept07 pág. 18